5- Etosha II
- Daniel Hernández
- 10 ene 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 22 abr 2020
Y el día siguiente fue igual de impresionante que los anteriores, pero no nos trajo nada nuevo. Seguíamos disfrutando de los mamíferos y la gran diversidad de avifauna del parque, en los que me gustaría destacar la gran variedad de especies de avutardas, sisones y corredores entre otros.
Desde la esquina superior izquierda: Hembra de sisón moñudo austral (Lophotis ruficrista), macho de sisón negro alioscuro (Afrotis afra), avutarda de Namibia (Neotis ludwigii), la avutarda kori (Ardeotis kori); una de las aves más pesadas del mundo, corredor escamoso chico (Rhinoptilus africanus), gangas de Namaqua (Pterocles namaqua), turaco unicolor (Corythaixoides concolor), cuervo pío (Corvus albus), pito cardenal (Dendropicos fuscescens) y azor lagartijero claro (Melierax canorus)
Ya llevábamos unos cuantos cientos de kilómetros recorridos dentro del parque. Volvimos a ver a los peculiares búbalos, de nuevo a los leones y a los elefantes. Y nos tocó seguir a un gran macho que había decidido usar la carretera como camino, formando una caravana de coches detrás, pero a diferencia de los atascos en las grandes ciudades, aquí ninguno teníamos queja.
Izquierda: Caravana siguiendo al elefante. Derecha: Huella del ejemplar.
Volvimos al camping a hacer otra braai. Ya me estaba volviendo un experto en hacer braais con la ayuda del maestro Viktor. Después de cenar nos acercamos al bar para probar el amarula, un licor hecho con la fruta marula y con un sabor similar al bayleys. Si tenéis curiosidad por probarlo, está disponible en algunos supermercados de España como Carrefour.
Viktor llevaba todos estos días durmiendo a la intemperie, ya que prefería dormir fuera que apretados en las tiendas. Y la noche anterior algo le había despertado en mitad de la noche. Y lo mismo sucedió esa noche, pero en esta decidió avisarnos.
Y así fue como descubrimos otros ladrones, que llenaban de vida el camping por las noches mientras todos dormíamos, e hicieron de esa noche una de las mejores experiencias del viaje a mi parecer.
Era un tejón mielero (Mellivora capensis) subiéndose a los árboles para buscar entre la basura. Le estuvimos siguiendo durante un buen rato. Yo con las prisas había salido descalzo y en pijama, y Adri, en calzoncillos. Pese al mal genio que gastan estos animales, no nos hizo ni caso. Y no estaba él solo comiendo restos de comida. También había dicdic, duiker (Sylvicapra grimmia) e incluso una liebre (Lepus saxatilis) merodeando.
Desde la esquina superior izquierda: tejón mielero, duiker y dicdic comiendo cáscara de cebolla.
Seguimos dando una vuelta por allí. Y oíamos el sonido de unos cascos golpeando el suelo, como si hubiera caballos o cebras cerca. Pensamos que estarían cerca del campamento.
Paseando y paseando, los oíamos más cerca hasta que vimos una pata y miramos arriba. Teníamos una jirafa a tres metros. Y no era solo una, había una madre y su cría merodeando entre las tiendas y otras tres jirafas más en las afueras. Fue impresionante, una de esas cosas que te corta la respiración por un momento. Teniendo al animal más alto del mundo frente a ti y ni siquiera te habías dado cuenta.
Y todo esto sucedía mientras los demás dormían. De ese paseo me llevé también un corte en el pie. Pero mereció la pena. Nos fuimos a dormir con una sonrisa de oreja a oreja y la ilusión por todo lo alto.

La mañana siguiente nos deparaba otra sorpresa. Vimos a un grupo de leones comerse un rinoceronte. Vivo. No podían matarlo, y se lo estaban comiendo mientras este estaba aún consciente, empezando desde los cuartos traseros. Era una imagen bastante cruel, que desmerecía el respeto que guardo a los felinos por matar la presa rápidamente antes de comerla. Hasta que murió, fue un rato de bastante angustia. Pero es imposible negar que fue una imagen alucinante. La naturaleza es dura. Por ello aludo a la sensibilidad de cada uno para saltarse las siguientes imágenes.
El resto del día fue muy bien, pero después de esa escena nada se podía comparar. Y a la vuelta, esa iba a ser la última noche que durmiéramos en ese camping. Y en esa puerta de salida había unas mujeres himba vendiendo suvenires. Los himba son la tribu africana de la zona de Kunene, en la que las mujeres decoran su pelo con arcilla y van tapadas solo con faldas.
Así que las chicas se pusieron a regatear con estas mujeres y conseguimos algunos regalos a buen precio. Era una imagen de mucho contraste ver a estas mujeres con smartphones en la mano.
La noche fue más tranquila de nuevo, y aún nos quedaba día y medio por delante. Nos encaminamos de nuevo a la puerta de entrada al parque para el día y medio que quedaba, en el que ya no teníamos que salir de la reserva.
Nos acercamos a ver como estaba el cadáver de rinoceronte. Los Rangers habían cortado los cuernos del rinoceronte durante la noche, para evitar problemas de tráfico ilegal. Y allí seguían los leones, pero también había un elefante y otro rinoceronte negro bebiendo de la pequeña charca que había al lado. 3 de los “Big Five” en un mismo sitio, en una sola foto.

Y ese día visitamos también la zona de la planicie salina de Etosha, que también era increíble a nivel paisajístico. Nada más que suelo blanco por todos lados hasta donde alcanzaba la vista, y espejismos en el horizonte. No eran animales, pero fue otra de las cosas que marcaron mi viaje a Etosha.

Y ese mismo día por la noche era nuestra mejor oportunidad para ver al cuarto de los “Big Five” y el único que quedaba por ver en la reserva, ya que no tenían búfalo; el leopardo. Cenamos otro braai como de costumbre, y volvimos a ver a los tejones mieleros ladrones, que en este camping actuaban más temprano y de una manera totalmente eficiente y coordinada. Unos expertos en el hurto.
Y cogimos todo lo necesario para pasar la noche esperando en la charca que había junto al camping y estaba habilitada para ello. Vinieron a visitarnos 4 rinocerontes, dos de ellos madre y cría. Muy curioso el comportamiento desconfiado de estos grandes titanes que a priori no deberían tener miedo a nada, y aún más curiosos los sonidos que emiten las crías de rinoceronte. También vinieron a beber algunas hienas, una de ella cojeaba y parecía herida.
Y con el cansancio, se quedaron dormidos todos menos Alba y yo. Y a las tres de la mañana y sin animales apareciendo desde hacía rato, decidimos darnos cuartelillo e ir a dormir. Al final solo quedó Viktor allí, hasta el amanecer, cuando volvimos a ver si con las primeras luces algún animal se acercaba a beber. Pero no había entrado ninguno desde que nos fuimos a las tres.
Con las primeras luces solo se acercó un numerosísimo grupo de gallinas de guinea que parecía un ejército dispuesto a invadirnos, con su gracioso modo de correr. Pero no entró nada más. Y así funcionan, y en parte es lo bonito de los safaris, que no ves todo, que no es un zoo al que ir a ver todo a tiro hecho, aunque hay algunos lugares y animales que sí que siguen el mismo patrón y son casi seguros de ver, y es lo que a la gente normal le gusta, tener mucha facilidad para verlos. Y como dice Viktor, “así tenéis que venir otra vez”.
La mañana también la invertimos en dar vueltas por el safari, a ver si veíamos guepardos, otro animal que teníamos muchas ganas de ver. Y no lo vimos, pero lo que si pasó fue un momento también de los que te marcan. Venía un elefante de frente y no podíamos ir marcha atrás, por lo que nos hicimos a un lado con el coche y nos quedamos en silencio, esperando que pasase. Casi conteniendo la respiración, el enorme macho pasó a dos metros del coche y que, si hubiera querido, hubiera podido destrozarlo con una facilidad pasmosa.

Y con ese gran momento, fuimos a comer a otro camping que nos quedaba de camino y este tenía como animales habituados a mangostas rayadas. Hablamos, comimos y lo pasamos muy bien, pero ya solo quedaba la vuelta a la capital.

Y antes de irnos del parque, pasamos por una charca en la que había varias anátidas y rapaces, como un águila volatinera y varios buitres.
Izquierda: Buitres dorsiblancos africanos (Gyps africanus) y buitre orejudo (Torgos tracheliotos) alimentándose de los restos de un kudu.
Derecha: Águila volatinera (Terathopius ecaudatus)
Después de un viaje largo y complicado al anochecer por la dificultad que tiene conducir de noche en este país. Algunas carreteras no tienen bien señalizados los carriles, hay vientos fuertes que llevan polvo y disminuyen la visibilidad… Pero conseguimos llegar sanos y salvos, cenar en el Joe’s Beerhouse e ir al AirBnB a dormir. Y al día siguiente quedaba lo más triste de todo, la despedida. Una de las más tristes para mi después de ese tiempo tan preciado y divertido, despedirme de mis amigos y mi novia y dirigirme de nuevo al sur a KumKum. Esta vez sería un viaje en solitario.
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