10- La Segunda Racha
- Daniel Hernández
- 21 feb 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 may 2020
Al igual que cuando vine de Etosha, tuve otro golpe de fortuna, transformado en forma de animales nuevos.
Todo empezó en una gran planicie. Una de mis zonas favoritas, una enorme extensión como un mar de arena, rodeado de montañas y con algunas colinas en un lateral, creando recovecos entre ellas donde había más vegetación arbustiva.
Nos tocaba buscar por esa zona, alejada de la nueva casa a la que nos habíamos mudado unos días antes. No era difícil encontrarse con mamíferos en aquella zona.
Ese día nos cruzamos con tres cebras de montaña, un animal común en la granja pero bastante elusivo y difícil de ver. Eran responsables de un montón de caminos que seguíamos; los "pasos de cebra", ya que rutinariamente optan por las mismas rutas y van en fila, dejando en el sedimento un claro camino, aspecto del que supongo que vendrá la denominación de nuestros pasos de cebra de las ciudades.

Y no contentos con eso, también nos topamos con un grupo de orix, que estuvieron corriendo paralelamente al coche durante un par de minutos.

Y finalmente llegamos al sitio donde teníamos que buscar. Empezamos a hacer nuestros transectos, pero vi unos troncos de Aloidendron dichotomum en el suelo. Y levanté dos sin ningún indicio de vida, pero en el tercero vi de refilón mientras huía un pequeño gecko. Lo busqué y vi que no era el gecko que estábamos acostumbrados a ver (Pachydactylus montanus), sino una nueva especie. Se trataba de un Pachydactylus punctatus. Y así comenzó la racha, con este precioso gecko.
En ese transecto no me encontré con más reptiles, pero si pude volver a ver de cerca el grupo de orix y otro de sprinbok, corriendo rápidamente al notar mi presencia. Volví a la casa muy contento ese día.

Springbok realizando el "bronking"
Al día siguiente, mientras buscábamos reptiles tras el ocaso, decidimos hacerlo en la montaña.
Estaba andando en mi transecto y vi un animal alargado a unos pasos de mí. Sabía que era y lo cogí. Intentó clavarme su cabeza y su “aguijón”, y más tarde empezó su defensa química, cagándose encima. Aunque os suene raro con la descripción anterior, era una serpiente. Era una especie relacionada con la que encontré en la racha anterior, era un Rhinotyphlops lalandei, especie que habíamos visto una vez previamente antes de mudarnos, pero tan extraña que era imposible no impresionarse al verla.
Es muy similar a la otra en apariencia, pero en su cabeza tiene una adaptación a modo de pala para excavar y en su cola el “aguijón” que comentaba, y que me parece fascinante al no encontrarle efectividad a tal mecanismo. Sin duda un animal curioso.
Rhinotyphlops lalandei: Detalle de la cabeza y el "aquijón" terminal
Pero pocos pasos más adelante, me bufó el animal que me ayudaría a seguir con la racha de nuevas especies. La víbora de montaña (Bitis xeropaga). Una serpiente de pequeño tamaño como la víbora cornuda, pero esta sin cuernos. Y, sobre todo, esta especie ha evolucionado hacia una cripsis casi perfecta. Unos ojos que parecen de piedra que encajan con su cuerpo de aspecto granítico, que también luce un patrón precioso.
Después de estos dos grandes hallazgos no esperaba seguir con la racha, pero a la noche siguiente también de noche, en una planicie cerca de la casa, otro animal me sorprendería. Nada más empezar nuestro transecto, buscando entre los arbustos vi algo minúsculo moviéndose entre las ramas. Le puse mi dedo delante y se subió por él. Era un gecko de unos 3 centímetros. Era un Goggia lineata, el gecko más pequeño del sur de Namibia. Y pude ver otro individuo más adelante, pero ese se escabulló entre el arbusto. Es increíble lo oculta que está la vida en estas áreas desérticas y recónditas.
Y el último de esta racha no me lo esperaba para nada. Era una especie que tenía muchas ganas. Vi un lagarto meterse debajo de una roca. Era del mismo tamaño que una especie que solíamos encontrarnos, que presentaba zonas rojizas como el que acababa de ver, por lo que nada me hacía sospechar de algo nuevo hasta que levanté la roca y lo vi mirándome durante un par de segundos. Era un Nucras tessellata, un lagarto muy colorido y bonito. Pero era muy rápido, huyó debajo de mi bota y según levanté con cuidado para no hacerle daño y cogerlo, ya estaba huyendo a un agujero bajo una roca. No pude hacerle fotos, pero su imagen no se me borra de la cabeza. Dejo una foto compartida amablemente por Gabriel Martínez para que podáis ver al animal.

Foto cedida por Gabriel Martínez
Comments