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8- La Montaña Blanca

Actualizado: 22 abr 2020


Nos habían contado que en nuestra zona había una montaña, la "Montaña Blanca", que, por lo menos antaño era una zona mucho más verde que el resto alrededor. La segunda montaña de la zona, pero que a diferencia de la más grande, no era basáltica, por lo que perfectamente podría ocurrir lo que nos contaron.

No perdíamos nada por probar.

Así que cogimos el viejo "Blou pou" (el Land Rover, nuestro gran compañero de viaje), y nos pusimos en marcha. Pero debíamos que tener el tiempo en cuenta, pues estaba bastante lejos. Nos acercamos hasta el punto de "carretera" más cercano a la montaña, que se divisaba en el horizonte, y empezamos la caminata.


El Blou pou (pavo real azul, en Afrikáans)


Después de una larga caminata por un cauce seco, tedioso por su sustrato arenoso tan suelto, llegamos a un punto por el que pensamos que podríamos subir.

Y encaminamos la subida. Allí pude encontrar un veloz Trachylepis occidentalis. El segundo ejemplar que habíamos encontrado, después de ver a un individuo que vivía alrededor de la casa y en una ocasión se coló hasta nuestra cocina.


Trachylepis occidentalis


Tras esto, continuamos la subida hasta lo alto de la cordillera. Los últimos pasos me inquietaban. Era una de las zonas más lejanas del territorio, la más lejana por el sur que habíamos visitado. ¿Qué habría en la otra ladera de la montaña? ¿Un vergel como no habíamos visto antes? ¿No cambiaría nada?

Y, bueno, la verdad es que en cuanto a vegetación el paisaje apenas cambió. Se incrementó la presencia de suculentas de gran porte, pero no de una manera exacerbada. Había un enorme cauce que continuaba serpenteando las montañas en dirección sur.





Pero no contento con ello, decidí continuar la cordillera hacia picos más altos por si algo cambiaba. Sabía que no, hacía muchos años pudo ser verdad que esa zona era muy verde, pero tras los años de sequía, no iba a ser así.

Continué un buen trecho, pero la cosa seguía sin cambiar, y tras ese recorrido por las montañas, nuestra esperanza de encontrar especies nuevas para nosotros se desvanecía.


Hay algo que no os he contado, y es que las montañas de Namibia tienen unos canchales de piedras de diferentes tamaños en sus laderas. Esto hace que subir sea un poco más complicado, pero bajar mucho más.

Así que buscamos una ruta propicia que nos llevaba un poco más al sur para recorrer en dirección contraria el enorme cauce seco. Tardamos un rato en llegar al punto donde inicialmente empezamos la subida. Y el sol ya empezaba a caer.


Nos tocaba desandar el camino... y era una buena caminata. Llegamos al coche con el atardecer, cansados del camino por arena con la mochila a cuestas. Volvíamos a casa y a pesar de que el paisaje no era lo que nos esperábamos y no encontramos ningún reptil nuevo, mereció la pena. La imagen desde lo alto era muy bonita, y después de ese tiempo llegar y ver todo lo que no habíamos descubierto, lo inmenso que era todo... una sensación curiosa.






Yorumlar


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