7- La familia Namibia
- Daniel Hernández
- 29 ene 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 22 abr 2020
Pero aquí no todo son animales, y he decidido dejar este capítulo para hablar un poco de los habitantes de Namibia que conocí durante el viaje.
No son muchos la verdad. Namibia es el segundo país con menor densidad de población después de Mongolia. Con una increíble cifra de 3 habitantes por kilómetro cuadrado.
Pues pasado Karasburg la cosa se ponía así, ya que en la región de Karas es de 0,5 habitantes por kilómetro cuadrado.
Conocimos a los granjeros de la zona. Michael O’Conell, un hombre multitarea, que había ejercido como mecánico y como granjero, todo un manitas capaz de arreglarte un coche, venderte una oveja o hacerte una casa. Una vida trabajando y tras ella, espera poder retirarse en breves, y espero que pueda conseguir ese descanso merecido, pues las pensiones en Namibia no dan para mucho y necesitan tener unos ahorros.
También estaban por la zona Henry y su esposa Ouna.
Y los Pretorius. Nico y Cheryl Pretorius. Él, un hombre alto y corpulento, con unas manos que hacían ridiculizar las de cualquiera que se las estrechara. Un hombre que ha vivido toda su vida en el campo, con multitud de historias que contar, como cualquiera de los demás granjeros.
Y Cheryl, una mujer encantadora. Encantada de tener su sitio en el mundo, en el que vive y disfruta, una gran conocedora de la flora y fauna del entorno que sin duda nos dio un listado de plantas y reptiles que ella había podido ver. Se podía ver como se fascinaba y hablaba como si fueran amigos, de los mamíferos e incluso de las plantas y reptiles de la zona, y describía los sonidos, y el aspecto de anfibios y reptiles que nosotros no pudimos ver pero que nos daban ganas de verlos solo de escucharla. Oh, y como cocinaba... sin duda, el mejor "malva pudding" de Namibia. Hospitalaria y maravillosa. Esta pareja tenía tres hijos, MJ, Jaqueline y Max, igual de hacendosos y agradables que sus padres.
Y por supuesto, los trabajadores. Con granjas tan extensas y tanto trabajo diario, los granjeros necesitan el apoyo de los trabajadores, mucho de ellos de tribus Nama. Sin duda más difíciles de conocer debido a la diferencia idiomática, pues ellos hablan mayormente la lengua de los Nama y Afrikaans, y un poco de inglés. No olvidaré mencionar a Wilfred, Jan, Mónica y Gabriel.
A quienes pudimos conocer un poco más fueron a Jan y a Gabriel, el primero con una malicia infantil riéndose de las cosas que hacíamos mal, pero con un espíritu juvenil y lleno de vida. Guardo grabada en la memoria la gran sonrisa de oreja a oreja al recibir a su hija pequeña al venir del colegio en Warmbad, llegando a una casa consistente en paredes hechas con planchas de zinc. Y su hija estaba en un sistema educativo que dista mucho del europeo, pero que llena de orgullo a un padre que quiere que su hija pueda estudiar y conseguir un trabajo.

Típica casa de zinc de los barrios marginales de Namas
(Foto de internet: Katutura, Windhoek)
Y Gabriel, con un inglés pobre pero que poco a poco, conseguimos entendernos perfectamente entre nosotros, ayudados de señas y el poco afrikáans que aprendimos. Siempre con una sonrisa para nosotros, con una amabilidad plasmada en sus gestos. Tampoco se me olvidan aquellas veces en las que me pidió ayuda para cambiar la hora de su móvil, o cuando le ayudamos sin que lo pidiera, poco acostumbrado a que alguien le ayudase sin pedirlo, que tampoco solía. Esas gracias que realmente parecían de corazón y no una mera formalidad.
Y hay algo que en mi cabeza los define a todos ellos. Y es la amabilidad y el tesón. Todos ellos trabajadores, dejándose el sudor de la frente cada día. Siempre con voluntad de ayudarnos, Cheryl y Nico contándonos lo que conocían que nos fuera de utilidad, los trabajadores en las cosas cotidianas que nos costaban al principio como el funcionamiento de los generadores, paneles solares, vehículos, reciclaje y demás cosas de la granja.
Todos con una voluntad de compartir su trocito de tierra que es el sur de Namibia con nosotros, forasteros.
Y hay algo que me marcó y me sorprendió mucho de los granjeros de la zona, en especial de los Pretorius. Todos se ven forzados a trabajar a destajo con la situación actual. La gran sequía que llevan sufriendo ya por 6 años, hace que el ganado se pierda con facilidad, que flaquee, que llegue a condiciones pésimas, al igual que la fauna autóctona. Por ello tienen la obligación de trabajar más. Nico hizo una promesa que sigue cumpliendo a día de hoy. Lleva sin beber cerveza desde que asedia la sequía.
Pero lo que me marcó no fue solo esto, sino que, pese a estas condiciones de adversidad, tienen una mentalidad que desde mi punto de vista de biólogo me parece increíblemente correcta. No quieren sobreexplotar la tierra, quieren conservarla. Ese modo de ganadería extensiva en el que cuidan del bienestar de los animales… es lo que debería ser en todo el mundo. Conviviendo con la flora y fauna.
Ellos quieren que esa tierra les llegue a sus hijos, y a sus nietos, y que la trabajen de igual manera para que se preserve en el futuro.
Un punto de vista muy diferente al marcado en el mercado actual en los países ricos.
Ellos aman su tierra, y todo lo que vive en ella. Sus plantas y sus animales. Claro que también tienen conflictos como en Europa. Los chacales y caracales les comen el ganado. Y claro que también los matan, pero se esfuerzan más en poner medidas disuasorias que impidan la entrada en su recinto. Y sí, les entiendo. Entiendo su condición, y las grandes pérdidas que les suponen a su ya laboriosa vida…entiendo que hagan eso. Porque para ellos es un problema real, ellos no tienen un gobierno que les indemnice por una oveja muerta.
Sin duda algo de los que deberían aprender muchos ganaderos en Europa, con tanta queja mientras nosotros tenemos muchas más facilidades.
Y también diré que me encanta la carne namibia. No había comido oveja hasta ahora. En España se come mayoritariamente el cordero. Pero aquí, no se pueden permitir esos desperdicios. Solo se mata una oveja de más de 10 kg.
Me gusta saber que veo cómo viven, y cómo mueren. Y que no sufren tortura alguna sino una muerte rápida y eficaz, en la que no se desperdicia ninguna parte del animal. Me gusta saber que como lo que ellos cuidan, y lo siento por los vegetarianos por ética, pero no siento ni un ápice de culpabilidad.
Y he dejado para el final mis pensamientos hacia los Morkel. La familia que nos acogió en sus tierras como invitados.
Si bien es cierto que el primer mes no pudimos conocerlos, desde el principio fueron amables con nosotros.
Pete, un hombre ocupado. Uno de los mejores veterinarios de África, viajando de un lado a otro y sin para más de tres días seguidos por casa. Aun así, cuando volvía siempre ejercía como buen anfitrión, contándonos batallitas, invitándonos a cenar, e interesándose por nosotros.
Y Estelle, que decir de ella. Nuestra anfitriona, con su amabilidad y su cariño, que a primera vista podían hacer pensar de ella una mujer delicada, una dama en apuros. Pero nada más lejos de realidad, es una mujer africana, fuerte, resuelta y trabajadora. Las charlas por las noches, las clases de afrikáans, su increíble tarta… son cosas que no llevaré en la maleta, pero si cosas que conservaré en mi memoria. Sin duda, todo el esfuerzo que hicimos en realizar la mudanza con ella, todos los kilómetros y tiempo fue lo mínimo que podíamos hacer por toda la hospitalidad que nos ofreció.
Sin duda no es nada difícil coger cariño a estas personas, después de haber hablado, trabajado y disfrutado con ellos, como el día del Bazaar.
Un día al año en el que se junta gente de los alrededores en Warmbad, con la finalidad de recaudar fondos para su parroquia. Montan un mercadillo de comida, desde verdura y fruta hasta dulces y tartas pasando por carne recién salida del braai. No soy creyente, pero totalmente de acuerdo con ese tipo de financiación de su religión, sin ayudas del gobierno, solo de ellos mismos y sus amigos.
Es un día muy especial que todos disfrutan, ya que habitualmente no tienen tiempo para juntarse con sus amigos con el trabajo que requieren sus granjas, pero ese día disfrutan con todo el mundo, incluidos nosotros. La gente muy amable se interesaba por nosotros y nos incluía en la fiesta.

De izquierda a derecha: Germán, Gabriel, Monica y yo.
Vivencias aprendidas y disfrutadas. Muy bien descrito,